«En mi profesión como consultor turístico, he tenido la fortuna de trabajar en muchos destinos de interior con una idiosincrasia propia, que se ha visto, además, arrastrada por una situación social y económica que personalmente, me preocupa cada vez más.
La manida España vaciada, de la que por desgracia solo se acuerdan algunos cuando llegan elecciones, está en venta. Y digo bien, en venta. Hace unas semanas tuve que volver a un municipio de interior de la Comunitat Valenciana para asesorar a emprendedores de turismo de interior. Si bien este es un mal que por desgracia no entiende de fronteras entre regiones dentro de nuestro país, la situación con la que se encontraban estos empresarios y técnicos turísticos me animó a escribir este artículo de opinión, que espero además, sirva para ayudarles a hacer de altavoz, y pueda ser empleado como base para que, aquellos que comienzan en breve su campaña, incorporen propuestas y reflexiones reales para ese apartado que seguramente existirá en sus programas, llamado “España vaciada”.
Antes de empezar, os lanzo una pregunta, ¿quiénes de los que estáis al otro lado de este artículo decidiríais invertir en un negocio turístico en una localidad de interior? Pagas los mismos impuestos estatales, autonómicos, incluso en algunos casos municipales, pero sin duda no dispones de los mismos servicios que alguien que invierte en una gran ciudad o en un destino de costa. Además, cuando estos municipios han tenido “la fortuna” de haber sido declarados BIC, de formar parte de un parque natural, de una ZEPA o de otra de las múltiples figuras de “protección”, los condicionantes y limitantes para el desarrollo de proyectos turísticos se multiplican, haciéndolos inviables en muchos casos, principalmente por la imposibilidad de aguantar los años de trámites administrativos, o incluso, la puntual persecución de algunos técnicos más preocupados por ciertas conservaciones ambientales y culturales, que por la de los propios residentes en esos municipios.
“Tenemos tres iniciativas de tres emprendedores, que quieren desarrollar tres proyectos de producción de mermeladas, repostería y quesería, pero como no tenemos suelo industrial, llevamos dos años luchando con las Consellerias de Urbanismo y Economía, para ver cómo solucionarlo y que no se tengan que marchar a otro pueblo, además, de la comunidad autónoma vecina que tiene desarrollada una figura jurídica para solucionar estas situaciones puntuales”, palabras de la Agente de Desarrollo Local, mientras nos tomábamos un café.
Cómo vamos a conseguir que los jóvenes se queden, o que alguno en su sano juicio, decida invertir sus ahorros en el interior, si no hay una ventanilla única que agilice y facilite este tipo de iniciativas en la administración autonómica, incluso proponiendo a ese emprendedor excepciones puntuales de esa normativa, que fue seguramente elaborada para municipios que nada tienen que ver con la realidad del interior.
La competencia desleal de los propios Ayuntamientos y los programas de empleo público es otro de los problemas de las zonas de interior. Son programas impulsados por algunas administraciones de empleo o de economía con el objetivo de que los Ayuntamientos contraten personal para limpiar el entorno natural, con un salario más que digno, durante 6 meses y horario de funcionario de 8 a 3. Los siguientes 6 meses cobrarán el desempleo y el resto de las ayudas públicas. “¿Cómo va a querer trabajar alguien en mi restaurante ganando lo mismo en un horario de 8 horas igual, pero con sábados, domingos y festivos, aun cuando incluso les dé trabajo los 12 meses?” “Sin declararlos, podría tener los que quisiera”, palabras de Joaquín, el propietario de un restaurante y un alojamiento, cercano a la edad de jubilación, sin descendencia y que pronto cerrará el último alojamiento hotelero y de restauración de este municipio.
No dudo de la buena voluntad de nuestros técnicos y responsables políticos, dudo de la capacidad, en algunas ocasiones, de entender la realidad de estos territorios y la problemática tan específica con la que se encuentra, por ejemplo, un municipio de 500 habitantes. ¿Cómo van a acometer una inversión de 1 millón de euros, si no reciben el dinero por adelantado, con un presupuesto municipal de 800.000 €? Luego, eso sí, tenemos estos mismos pueblos llenos de polideportivos, pero sin niños, y de centros de interpretación, pero sin presupuesto para su apertura o mantenimiento. Mientras tanto, alguno de ellos, ha desarrollado un proyecto de residencia de ancianos para que sus mayores no tengan que salir del pueblo, puedan incluso venir otros de fuera a costa de endeudar su Ayuntamiento y se creen potencialmente 30 empleos. Sin embargo, después de un año sigue sin abrirse porque la Conselleria competente aún no ha licitado su gestión.
Son verdaderamente héroes de su territorio, los últimos Mohicanos, que, contra viento y marea, siguen apostando por su tierra de una manera consistente, pero que corren el peligro de terminar en reservas indias, o en el peor de los casos, abandonando sus pueblos y migrando a las grandes ciudades.
Paseando por este pueblo antes de impartir el curso, a las 8 de la mañana, disfrutando del sonido del silencio del medio rural, me entristezco viendo, uno detrás de otro, carteles de venta de edificios, y es cuando me pregunto, ¿quién y por qué se vendría a este medio rural a invertir? Siento ser algo pesimista, pero al igual que con las cuestiones medio ambientales, creo que estamos llegando tarde y podremos encontrarnos que, cuando se quiera actuar, el medio rural haya desaparecido tal como lo conocíamos. Espero que alguno de los que comienzan sus programas y campañas estos días, recoja el guante e incorpore verdaderas políticas económicas y sociales para el interior. No les demos pescado, démosles la caña y dejémosles pescar, que, antes de que las grandes ciudades existieran, ya vivían más que dignamente de su trabajo, pero eso sí, no pongamos más trabas para los pocos Mohicanos que quedan.
Ahí van algunas ideas. Establezcamos figuras de protección urbanística para estos espacios que permitan ampliar usos en casos excepcionales, siempre que generen empleo y desarrollo económico. Creemos una verdadera ventanilla dinamizadora del interior que estimule y solucione los problemas de estos emprendedores. Eliminemos los principales impuestos a empresas que quieran desarrollar su actividad en estos territorios, siempre que generen empleo. Usemos ese dinero que se destina a contrataciones en ayuntamientos para facilitar el empleo privado en los sectores que queramos desarrollar para el interior. Facilitemos líneas de ayudas, pero con financiación previa para el desarrollo de proyectos turísticos alineados con las políticas autonómicas. Favorezcamos las figuras de colaboración intermunicipales, provoquemos y dotemos de dinero a las mancomunidades para que, por ejemplo, un territorio con varios municipios tenga una oficina de gestión turística con un equipo común y no un técnico por cada municipio para el que, por lo general, no existe presupuesto ni para su contratación, etc.
Es tiempo de actuar o de lo contrario, seguiremos viendo cada día más carteles en los que se vende el interior. Solo con políticas consistentes y adaptadas a la realidad de estos territorios podrá conseguirse, lástima que sean tan pocos votos».
Alberto Galloso es socio/director de Soluciones Turísticas